lunes, 29 de octubre de 2007

Una Mañana


Apure mi café, tome mi abrigo y busque las llaves que nunca encuentro cuando estoy apurada por salir. El sol alumbraba de costado y la calle tenia ese frío aroma a nuevo, como si alguien hubiese limpiado el asfalto de toda huella. Claro, es otra mañana, otro día muy distinto al de ayer. Lleve mis manos heladas a los bolsillos tibios de mi saco y comencé a caminar. Me cruzo con gente que no puedo dejar de observar y sus caras me llaman la atención. El señor mayor que saca a pasear a su perro. La señora que valdea su vereda. El puesto de revistas que aun tiene la luz prendida. Niños que van a la escuela con la marca de la almohada en sus caritas. Pero todos tienen la misma expresión en el rostro, llevan la mirada encendida, como esperando algo, como sabiendo que algo va a sucederles hoy. Y con esa misma mirada que por las noches ya no se desvía del piso, apresurando su llegada a casa con los hombros encogidos y algo de mal humor. Por que la gente espera solo por la mañana y por la noche se resigna? No supe respondérmelo. Seguí caminando y me sorprendí sonriendo sola; claro, había pasado por mi mente el sabor de tu ultimo beso que supo borrar el gusto del café amargo que deje por la mitad sobre la mesa de la cocina. Recordar que tus ojos forman parte de mi vida, me saco un poco el frío y comencé a murmurar la canción que te gusta. La media hora que dura el viaje hasta mi trabajo, pareció un minuto porque no te fuiste de mi pensamiento. Los días son tan breves desde que volviste, que no me alcanza el tiempo para darte todos los besos que no te di en todos estos años. Que me importa el frío de la noche si se que voy a meterme entre el sol de tus brazos. Que importa hasta donde llevas mi imaginación. Son más de las ocho de la mañana, llego tarde hoy. Apuro mi café, tomo mi abrigo y salgo a la calle buscando tu recuerdo otra vez.

No hay comentarios: