miércoles, 17 de octubre de 2007

Miércoles


No hay mejor lugar para este momento que esta mesa en este bar. Junto a la ventana, mirando como apura su paso la gente, tratando de escapar de la lluvia, como si las gotas fuesen cuchillos cayendo de punta en su corazón. Nunca nada me dio tanta paz como las lluvias de verano... El agua cae despacio y en silencio y yo respiro profundo para oler de golpe el aroma a humedad y tierra mojada, como si fuese el mejor perfume francés. Distraída entre los giros de la cuchara en mi taza de café y el dibujo que forma la tormenta resvalandose por el vidrio... Me sorprendo buscando en mi memoria tu mirada y se me acalambra el pecho al no poder recordar tus ojos verdes. Que desesperación provoca el olvido... Mezclo mis dedos en mi pelo, desde mi frente hasta mi nuca... y las imágenes siguen difusas. Cómo es posible que no deje de sonar tu risa en cada rincón vacío, pero no puedo recordar tu mirada? La lluvia sigue insistiendo y decido abandonar mi café por la mitad. Salgo por la avenida caminando despacio y dejándome acariciar por cada gota. En cada esquina juego a encontrarte y de a poco puedo ver tu mirada... era tal cual como cuando la había olvidado. Te volvés transparente entre el agua, me tomas la mano y caminas conmigo para el lado del río. Es miércoles, tres de la tarde... y volvió a llover.

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